Quiero compartir con ustedes una reflexión que surge de algo tan cotidiano y, sin embargo, tan complejo: nuestra comunicación diaria con las personas que amamos.
Vivimos en una era donde la tecnología ha redefinido la forma en que nos conectamos. Los mensajes de texto, las redes sociales, las aplicaciones de mensajería instantánea como WhatsApp, se han convertido en los principales canales por los cuales expresamos nuestros pensamientos y sentimientos. Parecería que nunca antes habíamos estado tan comunicados, y sin embargo, ¿realmente estamos comprendiendo y siendo comprendidos?
![](https://static.wixstatic.com/media/2592da_6675b8290f804f699d887d337689be95~mv2.png/v1/fill/w_980,h_150,al_c,q_85,usm_0.66_1.00_0.01,enc_avif,quality_auto/2592da_6675b8290f804f699d887d337689be95~mv2.png)
El lenguaje es nuestra herramienta más poderosa para dar sentido al mundo. Sin embargo, cuando lo reducimos a mensajes de texto, nos encontramos con limitaciones que pueden llevar a malentendidos y desconexiones emocionales. Una frase simple como “estoy bien” puede ocultar un universo de emociones que no sabemos cómo expresar en palabras escritas.
Pensemos en cómo una pausa, una mirada o un tono de voz pueden cambiar completamente el significado de nuestras palabras. Estos matices se pierden en la comunicación digital. Podemos enviar un “te amo” y que sea recibido con la misma frialdad con la que se lee un recordatorio de calendario. La calidez humana no siempre se traduce en bits y bytes.
![](https://static.wixstatic.com/media/2592da_fd64b013d2424c008e88aa9f6c50c304~mv2.png/v1/fill/w_980,h_439,al_c,q_90,usm_0.66_1.00_0.01,enc_avif,quality_auto/2592da_fd64b013d2424c008e88aa9f6c50c304~mv2.png)
La construcción de sentido es un proceso activo y colaborativo. No se trata solo de lo que decimos, sino de cómo lo decimos y cómo el otro lo recibe. En un mundo donde la inmediatez parece ser más valiosa que la profundidad, corremos el riesgo de quedarnos en la superficie, de conformarnos con conexiones débiles en lugar de relaciones significativas.
¿Cuántas veces hemos enviado un mensaje y hemos esperado ansiosos la respuesta, interpretando silencios, puntos suspensivos, emojis, intentando descifrar lo que el otro quiso decir o cómo lo habrá interpretado? Nos encontramos ante un escenario donde la inmediatez y la brevedad pueden ser enemigas de la profundidad y la claridad.
Esta limitación en la expresión puede llevar a malentendidos, a sentimientos no comprendidos. El lenguaje escrito en mensajes de texto carece de matices, y en ocasiones, nuestras palabras no alcanzan para expresar la complejidad de lo que sentimos. Nos vemos entonces ante el desafío de construir sentido en un medio que, paradójicamente, nos ofrece infinitas posibilidades, pero que también nos limita.
Es aquí donde retomo la idea de pasar de la búsqueda de sentido a la construcción de sentido. Si comprendemos que el sentido no es algo dado, sino algo que creamos activamente, podemos abordar nuestra comunicación digital de manera más consciente. Podemos esforzarnos por ser más claros, por añadir contexto, por utilizar todos los recursos que tenemos a nuestro alcance para transmitir con mayor precisión lo que queremos decir.
Pero también debemos ser conscientes de las limitaciones del medio y tener empatía. Entender que del otro lado hay alguien que puede interpretar nuestras palabras de manera diferente a como las concebimos. Esto nos invita a ser pacientes, a preguntar, a confirmar entendimientos, a no dar por sentadas las interpretaciones.
La construcción de sentido en la comunicación digital es un acto colaborativo. Ambos interlocutores participan en dar significado a las palabras que se intercambian. Es un proceso dinámico, donde cada mensaje tiene el potencial de resignificar los anteriores, de enriquecer la conversación, de profundizar la conexión.
No obstante, es importante recordar que, aunque la tecnología nos brinda herramientas valiosas, no reemplaza la riqueza de la comunicación cara a cara. Las miradas, los abrazos, el compartir un espacio físico, aportan una dimensión que ningún mensaje de texto puede igualar.
En última instancia, se trata de reconocer que, aunque el lenguaje tenga limitaciones, tenemos la capacidad y la responsabilidad de construir puentes de entendimiento. Al ser conscientes de cómo nos expresamos y de cómo interpretamos al otro, podemos minimizar malentendidos y fortalecer nuestras relaciones.
![](https://static.wixstatic.com/media/2592da_e97e08740bb94b43ac36a3b3ec4f31f3~mv2.png/v1/fill/w_980,h_211,al_c,q_85,usm_0.66_1.00_0.01,enc_avif,quality_auto/2592da_e97e08740bb94b43ac36a3b3ec4f31f3~mv2.png)
Los invito a reflexionar sobre cómo nos comunicamos en esta era digital. A valorar la importancia de elegir cuidadosamente nuestras palabras, de ser claros y empáticos. A recordar que, detrás de cada pantalla, hay un ser humano con emociones, con interpretaciones, con su propia construcción de sentido.
La comunicación es un arte que requiere práctica, atención y, sobre todo, intención. Hagamos de nuestras interacciones digitales no solo un intercambio de información, sino una oportunidad para conectar genuinamente con quienes amamos.
Comments